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Bajo la Plaza de España de Villanueva de Córdoba, la historia de la Guerra Civil española tiene un tesoro guardado | Allí se encuentra el refugio antiaéreo mejor conservado de la provincia, un espacio recuperado ahora para actividades municipales y para que ese episodio oscuro de la historia no quede en el olvido
‘Arribamos a Villanueva de Córdoba en la noche del día 22 de julio de 1938… Aún continúa construyéndose el refugio antiaéreo de la plaza, empezado unos meses antes de marcharnos (16-03-1938). Y cosa rara: todavía no tumbó nuestro teniente de Ingenieros la torre de la iglesia con sus barrenos…’. Así daba fe Críspulo Márquez, combatiente de la 63 División que dirigía el coronel italiano Aldo Morandi, de la construcción que en plena Guerra Civil se convertiría en uno de los mayores espacios para escudarse ante los bombardeos aéreos de la contienda.
En las entrañas de la Plaza de España de Villanueva de Córdoba, bajo su suelo y junto a la Iglesia de San Miguel, en poco más de ocho meses en el año 1938 se construyó un refugio antiaéreo que en 1987 se recuperó para la memoria y hoy en día se ha reabierto para la visita y actividades municipales.
En plena Guerra Civil, Villanueva de Córdoba duplicó su población con la afluencia de refugiados de otras partes de la provincia, especialmente del sur y de la Campiña. Al estar la localidad relativamente lejos del frente de batalla y, además, bien comunicada, se instalaron allí la mayoría de representaciones y organismos provinciales: el Estado Mayor de la 63 Brigada, el Gobierno Civil, la Diputación Provincial, el Frente Popular provincial, el sindicato UGT, el Socorro Rojo Internacional, varios edificios sirvieron de hospitales y, en el centro de la población, donde antes se encontraba el antiguo cementerio y ahora la Plaza de España, se decidió construir un refugio antiaéreo.
Ingenieros militares estuvieron al cargo de las obras, donde también participó personal civil en una edificación de peculiares características. Cinco accesos en las inmediaciones de la plaza servían para que los vecinos pudieran entrar rápidamente en el refugio llegando desde cualquier punto del pueblo. Unos accesos que en unos pocos metros formaban un recodo y cambiaban su dirección para evitar que la onda expansiva de una bomba –que se propaga en línea recta- alcanzara al resto del refugio.
El acceso principal se encontraba en el centro de la plaza, un segundo acceso iba a dar al edificio de la Audiencia; un tercero se encontraba junto al actual Ayuntamiento y al cuarto –con un túnel de más de 70 metros- se accedía junto a la sacristía de la iglesia de San Miguel. El quinto acceso, aún de más longitud, fue el más complejo de realizar al tener que evitar los cimientos de la torre de la iglesia, tal y como relataba el combatiente Críspulo Márquez. Y es que, entre otras cuestiones, la torre de la iglesia no se quiso derruir porque sus campanas servían entonces para avisar a la población de los ataques.
Todos los accesos confluían en una amplia sala abovedada, dividida en cinco naves sustentadas en una docena de pilastras, donde se utilizaron los materiales propios del lugar. Las paredes y pilastras se construyeron hasta media altura con el granito que salía de las excavaciones y que es identidad de esta tierra. Y el resto de la construcción se hizo con ladrillos rojos que fueron traídos en su momento de la finca Loma del Caballero. La edificación de las bóvedas sobre las pilastras persiguió mantener una techumbre de gran fortaleza para el objetivo que perseguía, como era proteger de los ataques de la aviación a los civiles.
Los historiadores del lugar calculan que, en el espacio de la sala principal y las decenas de metros de los túneles de acceso, el refugio antiaéreo fue capaz de albergar en su momento a unas 9.000 personas en una zona que no fue la más castigada por los bombardeos.
Aún hoy, el refugio conserva a la vista del visitante parte del sistema de iluminación que en su día tuvo, así como los respiraderos que se hicieron en el techo a lo largo de los túneles para hacer posible la ventilación del espacio. Unos techos de los que colgaban enormes estalactitas generadas por la cal del agua cuando el refugio -que se cegó y cuya huella se intentó silenciar tras la Guerra Civil- se reabrió en 1987, momento en el que se acometió una primera obra para recuperar este espacio y sacarlo del olvido.
Pero no fue hasta 2008 cuando se acometió una mejora integral, se impermeabilizó todo el refugio y se instaló una bomba para evacuar el agua que el terreno mana naturalmente. Y, desde hace unos años para acá, el refugio se recuperó para la visita de curiosos, historiadores y turistas, tal y como hoy se puede ver en pleno centro de Villanueva de Córdoba.
Fuente: cordopolis.es