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Puerta grande para el Fandi y oreja para El Cid en la primera corrida de la feria
El éxito en el toreo ya no depende del toreo. Un contrasentido éste que toma, por desgracia, cada vez más forma. Jornadas como la de ayer invitan a la reflexión y engordan el pesimismo. ¿Hacia dónde va la Fiesta? Abre la puerta grande un diestro sin torear, se aplaude lo que no se reconoció durante la faena, se piden trofeos sin haber cantado un ole, se torea rápido, sin forma y sin concepto y, encima, la gente tan contenta. ¿Esto es real? Lo es.
El mayor saldo lo cosechó El Fandi que dejó, una vez más, constancia de que delante de reses con cualidades, sus capacidades decrecen. El torero, detalloso con la capa, certero en banderillas y eficaz con el estoque, dejó escapar a un enemigo pronto, con cierta codicia y que humilló. El diestro no anduvo a la altura con la muleta en la mano. De manera incomprensible, el público llegó a pedir dos orejas a un presidente firme que supo aplicar la norma para así conceder sólo un apéndice que resultó hasta abultado por concepto. En el último, vuelta a sus reconocidos automatismos y sin concretar. Versátil con la capa y en los quites, antes de dejar cuatro pares. Pero erróneo con la tela. Faena donde hubo de todo y donde no se pudo sacar de nada. Lástima por el animal, que mereció mejor lidia.
Sin transmisión
El Cid se mostró decidido con la capa ante el segundo de la tarde, dejando verónicas templadas en el saludo. Practicó con gusto un quite a la verónica antes de iniciar una faena fundamentada sobre la zurda y ante un animal de menor clase. Sin acabar de ajustarse, en general, el diestro intentó con voluntad ligar pero la res, que siempre derrotaba al final del lance, apenas lo permitió. A su segundo, al que cortó un apéndice, el torero realizó una faena más compuesta, pero sin acabar de romper en profundidad ni transmisión, pese a que hubo secuencias de éxito. Gustó un cuidadoso quite al delantal antes de arrancar al natural con la tela. Mejor al natural, el sevillano, algo precipitado en ocasiones, compensó dibujando un par de series templadas ante un buen antagonista.
Bohórquez dijo adiós a Pozoblanco a toda velocidad. El jinete galopó con el cronómetro encendido ante su primer enemigo. Abrió plaza para dejar una faena con todos los elementos, entiéndase rejón, banderillas individuales y un par de pares a dos manos, la última con las cortas. Todo, sin efusividad, breve y discreto en la montura. Faena fugaz y de mínimo contenido. En el que hizo cuarto, también con prisa, anduvo mejor con los avivadores, pero erróneo con las cortas.
La facha de los equinos fue lo único que endulzó una actuación efímera que concluyó con una vuelta al ruedo promovida por el caballista. Tarde de prisas, en general, pese al retraso inicial. Redundó el toreo que nos es toreo, que fue el que triunfó. La Fiesta merece otro destino. La interpretación de ésta no debe ser contraria a su sentido natural. Eso sería entenderla al revés. Ayer, un contrasentido. Incomprensible.
Fuente: sevilla.abc.es | v.m.