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El susto va pasando, el diestro abandonó la UCI, la mejoría tranquiliza a familiares y amigos. Llega el momento de las reflexiones sobre lo ocurrido. Una de ellas, charla taurina entre toreros y afionados amigos, comparaba inevitablemente la cogida de Paquirri en 1984 con la que sufrió su hijo en Huesca el lunes. La opinión al respecto del propio Francisco Rivera es elocuente: "La cornada de mi padre fue mucho peor". Lo ha contado a Informalia un testigo de esas palabras.
El miércoles, Pipi Estrada desveló en Espejo Público un secreto que ha dado muchas vueltas en otros medios: dijo que Isabel Pantoja había llamado a Lourdes Montes para interesarse por la salud de Francisco Rivera. Después se ha publicado que la tonadillera, ingresada en un hospital, como el hermano de su hijo, lo hizo a pesar de la inexistente relación entre ella y los Rivera Ordóñez, y porque la escena de la cornada que pudo haber matado a Fran recordó a la de su padre Paquirri, la que recibió en Pozoblanco el 26 de septiembre de 1984.
Avispado corneó a Paquirri, le rompió las venas ilíaca y safena, y la arteria femoral. Francisco Rivera Pérez murió desangrado a los 36 años, hace ya más de seis lustros, por las limitaciones en la enfemería de la plaza de Pozoblanco: en el traslado al hospital militar de Córdoba se fue para siempre. Sería un exceso decir que con su muerte Paquirri salvó la vida de su hijo, 30 años después, pero es muy cierto que aquella tragedia obligó a cambiar la legislación de espectáculos taurinos: poco después, todas las plazas debían disponer de unidades sanitarias UVIs móviles, y a las de primera y segunda categoría a disponer de quirófanos. En Huesca, por suerte, había uno. Y un gran equipo médico.
Todo el mundo sabe que la cornada de Avispado no fue mortal, y que fue el traslado en ambulancia convencional (no UVI móvil) y la tortuosa carretera entre Pozoblanco y Córdoba lo que acabó vaciando la vida de Paquirrí.
La cornada de Traidor a Francisco Rivera en la plaza de Huesca fue muy mala. El doctor Crespo, el cirujano que operó al diestro, lo reconoció ante los medios; su colega el eminente doctor Val-Carreres lo corroboró, y el periodista José María García exclamó cuando vio la herida que estaba "impresionado" por el holocausto corporal sufrido por su amigo. El asta de Traidor se llevó por delante el intestino grueso, los músculos del bajo vientre, toco la misma vena, la ilíaca, que desangró a Paquirri en el 84, rozó una vértebra... Padilla, compañero y testigo del espanto, dijo que a Rivera "se le salían las vísceras". Francisco, que pudo haber seguido a su padre en un trágico destino común, 30 años después, salvó la vida porque había en Huesca medios sanitarios para atenderle bien. Pero también porque la cornada de Paquirri fue peor que la de su hijo de la semana pasada. Es inútil entrar en hipótesis sobre si la cornada de Traidor habría matado a Paquirrí en 1984. Pero Informalia ha tenido acceso a una conversación a este respecto entre Francisco Rivera y algunos amigos que han podido visitarle estos días. Aunque en televisión había espeluznantes similitudes, y el recuerdo de la tragedia cordobesa se hacía inevitable, Fran ha sido tajante en su análisis del suceso: "La cornada de mi padre fue mucho peor, han sido muy distintas". En esta conversación, Fran dijo aquello que adelantaba Informalia y que sorprendió a muchos: "Quiero reaparecer en Ronda". Habían pasado apenas 24 horas desde la cornada y su amigo José María García le decía: "Tú estás loco". Pero Fran le respondió: "Loco por torear". Un día antes, el periodista taurino Manolo Molés había dicho aquello de que dudaba de que Fran volviera a torear.
Paquirri murió con 36 años y su hijo cumplió 41 el pasado 3 de enero. Aquel niño de diez añitos que perdió a su padre en una plaza sin quirófano va a poder disfrutar del nacimiento de su hija Carmen en unos días. Posiblemente, gracias a que después de la tragedia taurina más vista de la historia se cambiaron las normas y se impusieron enfermerías y medios sanitarios adecuados en los cosos. Pero también porque, según Francisco Rivera Ordóñez, su cornada -espantosa y brutal- no fue tan asesina como la que le separó de su padre para siempre.
Fuente: eleconomista.es